jueves, 23 de abril de 2015

Día del Libro

Entré en la consulta de aquel psicoanalista con pocas ganas y menos convicción. No sabía si lo que me ocurría era grave, ni tan siquiera tenía muy claro de qué modo iba a explicar lo que me estaba sucediendo desde hacía unos meses, pero era evidente que lo que me delataba como un alma singular había comenzado de un modo francamente imprevisto, pero se había ido convirtiendo, poco a poco, en algo primordial, de lo que ya no podía prescindir y a lo que no estaba dispuesto a renunciar.
Me acomodé en el diván y cerré los ojos…
–Doctor –y como en aquella película susurré– en ocasiones leo versos…

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